samedi 3 juillet 2010

Marcha nocturna

Ruta por La Coruña

Gentes del camino

Llegue nuestro saludo, tal como lo hicimos a todos los peregrinos que encontramos en el camino, a todas aquellas gentes, gentes de los pueblos, de nombre desconocido, gentes que conocimos, que nos guiaron en el camino, que nos mostraron una salida, que nos aconsejaron o enseñaron algo, que sólo ellos, que viven en las sombras del camino, podían enseñarnos o asegurarnos; albergueros y hospitaleros, niños pateando un balón, regalando una hermosa sonrisa, abuelas comadreando al final de la tarde, vecinos comentando la rutina del verano, mujeres en sus ajetreos, hombres faenando, mujeres también, en la huerta, barriendo un patio, detrás de un mostrador, ofreciendo amabilidad al peregrino fatigado. A los propietarios de Maya en St-Jean-Pied-de-Port, a Guillaume du gîte que bien nos aconsejó, a los primos de Valcarce, al argentino hospitalero, al brasileño alberguero, a José el reparador de ciclos de Astorga, y a quien llaman un “ángel en el camino”, José, el hospitalero de Lorca!, y a nuestra hospedera de Hontanas, su gentil hijo y su marido, gente amable y cordial; los señores de Molinaseca; el caballero de Astorga que nos guió hasta el convento de las Misioneras, y a las madres del convento!, al abuelo agricultor de Ledigos, a la hermosa chica leonesa en traje regional; a quienes cruzamos cuando amanecía o aquellos que se levantaban de la siesta para ir a la faena del campo; a los chicos del parque de La Grajera, al hacedor de varas, al vendedor de cerezas; a las comadres de Calzadilla, a los abuelos del asilo que paseaban por Burgos, a la cuidadora de la capilla de San Roque, y muy especial, a las señoras de Belorado, y a los señores también, que aquella víspera de San Juan, nos invitaron a unirnos a ellos y compartir el chocolate caliente y la hoguera en la plaza! A todos, gracias por haber sido parte del camino! ©eW&cAc


Peregrinos

Cumplido nuestro propósito de llegar a Santiago de Compostela, como peregrinos en bicicleta, a lo largo de más de ochocientos kilómetros de senderos, calles, carreteras y de camino, evidentemente, y durante trece etapas, nos resta, habiendo dicho “hasta otra vez, Santiago”, saludar a quienes como nosotros, peregrinos, caminaron, trotaron o pedalearon bajo el mismo cielo y sol. Peregrinos en busca de espiritualidad, de silencio, como sombras fatigadas, apoyados en sus varas. Tímidas miradas, labios calcinados, cabezas gachas. Buen camino. En castellano siempre, con innumerables acentos. O simplemente un balbuceo. El peregrino ya lleva algunos kilómetros andados cuando amanece y los gallos cantan en los patios de las casas. Buen camino, y ánimo!, agregan aquellos que descubren el cansancio en nuestras piernas. Peregrinos que sonríen a mi lente. Otros que caminan al oeste, siempre al oeste, y quedan en mi recuerdo, caminando, para toda la vida… El peregrino violinista, amenizando las tardes bochornosas a la entrada de los albergues; la coreana curiosa, el barcelonés malhablado, los ingleses descalzos, aquellas dos simpáticas españolas; la francesa de la casa rural, el polaco de ojos asustados, los eslovenos ciclistas bebiendo un tempranillo a la sombra en Ventas de Narón; las madrileñas, madre e hija, haciendo otra etapa; la pareja de franceses de Nyons, también ciclistas; y el grupo de jinetes, que dejamos de ver en nuestra última etapa; y aquel gentil japonés, el encontrado en Pereje!, el trío de muchachos, los del puente romano en Valcarce, y la inglesita que subía la cuesta de Foncebadón a un ritmo magistral!, el grupo de colegiales de Andalucía, alegres y bonachones; la pareja de australianos y el brasilero; las dos americanas pasaditas de peso, sufriendo del calor y extenuadas, el coreano de paso ligero, las infatigables holandesas, café y vino en el almuerzo del mediodía!, los alemanes con quienes compartimos un café mientras esperábamos un recalmón de la lluvia; los italianos Marco y Gilberto, ciclistas y excelentes cocineros, maestros del risotto que comimos en Lorca!, el grupo de vascos y los muchachos de Lugo, bicicleteros y cordiales compañeros de ruta! A todos, gracias por haber sido parte del camino! ©eW&cAc


Santiago, dédalo de callejuelas…











…y a cada paso un muro, una puerta, una fachada, un edificio a contemplar, un interior a escudriñar. Hice un aparte a la huella de San Roque en la ciudad compostelana. Necesitaría el triple de mi tiempo para echar a volar el recuerdo y escribir en este camino virtual todo aquello que resulta interesante a los ojos de un peregrino, ávido de historias, y de piedras que la sostengan. El trazado urbano que nos lleva a la catedral, y luego perderse en el laberinto de calles, es, sin exagerar, un museo viviente. Evocadores nombres de calles, y entre ellos, aquel que me hace recordar a nuestra ciudad, la ciudad de Marta: Santa Clara. En la Rúa de Santa Clara, dos conventos, el convento do Carme, y el de Santa Clara. Capillas, iglesias, seminarios, conventos y monasterios, al final de una travesía, en el recodo de una “praza”. Parques y plazas. Hemos disfrutado de la Praza do Obradeiro, de Praterías, da Inmaculada. Otras de pasada, algunas sin detenernos: la plaza de Galicia, Roxa, do Toural, la de Cervantes, y da Quintana. El patrimonio santiaguino es un largo inventario de nombres e historia. Una ciudad a no faltar, si se tiene tiempo y la curiosidad los empuja hasta el embrujo. Las casas, palacios y plazas, lo descubrirán si hacen el camino hasta la casa de Santiago. Les muestro algunas fachadas de edificios religiosos. ©eW&cAc

La ciudad compostelana y San Roque






Santiago de Compostela es como un gran museo que vive al ritmo de sus habitantes y de los peregrinos que tocan a sus puertas. Un museo con salas exteriores e interioridades que cada cual sabe cómo llegar, perderse y volver a salir de sus galerías archiplenas de historias. Interesado por la ciudad compostelana, intenté caminarla en todas direcciones en el estrecho margen de tiempo que va de la llegada a la ciudad al adiós que impone la partida. Interés particular tuve en caminar hasta la sobria Praza de San Roque. Modesta, tranquila, fuera del bullicio del corazón compostelano. San Roque es calle además de plaza, verde jardín que se extiende entre la rúa das Rodas y la de Valle Inclán, es iglesia y fue hospital de amparo para aquellos marcados por las heridas de la pobreza. El hospital, del s.XVI, renacentista, severamente transformado hacia el XVIII, fue fundado por orden del arzobispo compostelano Francisco Blanco en 1578. Del edificio original sólo queda la portada, obra de Gaspar de Arce. La iglesia, de planta rectangular, fue levantada más tarde, en el XVIII; es de factura barroca y conserva uno de los retablos más notables de Simón Rodríguez. ©eW&cAc



Imágenes de la Catedral (III)

Imágenes de la Catedral (II)

Imágenes de la Catedral (I)

La catedral de Santiago de Compostela

Para qué aturdirlos con una descripción arquitectural y religiosa de la catedral? Creo que una selección de imágenes del edificio, de su exterior así como de su interior será mucho mejor recibida por aquellos que hagan el camino, siguiendo las lecturas de nuestro blog. Evidentemente, conociéndome, tampoco faltará alguna nota que realce la visita a la casa de Santiago el Mayor. La casa es pura historia, aquella de Compostela, de la vida y estilos arquitectónicos que han ido sucediéndose y que han quedado plasmados en el edificio. No puedo pasar por alto las plazas que rodean la catedral. La de la Inmaculada, la de Fonseca, la de Quintana, aquella de las Platerías, y una de las más hermosas explanadas que he visitado en mi vida, la Plaza del Obradoiro. Paradigma del románico, el Pórtico de la Gloria, piedra secular que nos confirma que alcanzamos la meta, se alza como cima de la peregrinación Compostelana. En el arco central del pórtico están representados, Cristo resucitado, los Cuatro evangelistas, Los justos, los ángeles con los elementos de la pasión y el parteluz. Los arcos de la derecha y de la izquierda, representan figuras e imágenes religiosas: Jesucristo en el Limbo, Adán, Eva, profetas, justos y condenados, arcángeles y apóstoles. ©eW&cAc

La Compostelana




Apenas diez y ocho minutos de marcha en ascenso desde la puerta de la oficina (Casa do Deán) hasta el nivel donde una sabia empleomanía controla la credencial y el sellado (es aquí donde quedará estampado el último sello del camino), registra al peregrino en sus ordenadores, el peregrino contesta tres o cuatro preguntas y sale del local con la compostelana en la mano, luego de haber contribuido a los gastos por su obtención. Bajamos las escaleras, satisfechos, más que de la compostelana, del camino que hemos hecho durante trece días y a lo largo de 864 kilómetros. La compostelana la llevo en mis piernas, en mis pies, en la fatiga y en la alegría, en la curiosidad, en la memoria, mucho más fuerte e imperecedera que el certificado que atesta que hicimos el camino. 2011, Año Jacobeo. ©eW&cAc

La oficina de la peregrinación









No hubo ruido de carretas. La noche santiaguina, pasó como un cometa cuyo polvo al caer nos adormeció sin que cuenta nos diéramos. Al alba escuché las campanas. Abrí los ojos y miré el cielo perlado, falto de azules y amarillo. Demasiado temprano. Mi compañero de peregrinaje duerme profundamente. Sólo el tañido de las siete, repique de campanas llamando a misa, interrumpen el debate entre Elie y Morfeo. Allez, lieutenant, c’est l’heure! Desayunamos de prisa en el mostrador del café del hostal y partimos en dirección a la oficina de la peregrinación para obtener la compostelana. La oficina abre a las 08h00. Una fila de peregrinos, unos acabados de llegar, mochilas, varas y botas que atestiguan fango del camino. Otros, como nosotros, frescos como lechugas. Al lado de la oficina, un local propone a los peregrinos de guardar bolsos y mochilas pagando un euro. Estilo aeropuerto, los bultos son bien chequeados, en previsión de atentados, atentar contra quién, contra qué? La paranoia del terrorismo alcanza la tranquilidad que una vez hubo, y qué yo aprecio aún, en el lugar santo. La fila no se mueve, y siguen llegando peregrinos. Reconocemos algunos rostros. Incluso el del peregrino que nos pidió le hiciéramos una foto y que a su vez nos fotografió en la borne del alto de Barreira. Lo saludamos. Se sorprende. Se le sube esa insolencia y altanería de la que a veces transpiran los españoles. Nos dice que no nos conoce. Cierto, no nos conoce, sólo reproduce ese acto de sentirse agredidos, y como mucha gente hoy día, borran todo contacto humano de sus cerebros. Le refrescamos la memoria, justo para hacerlo sentir mal, asiente, “buen final de camino”, le espetamos, y le damos la espalda. La fila comienza a moverse. Los peregrinos como piezas de un tablero, buscan su cuadrante, su lugar, el término del camino traducido en papel y convertido en importante engranaje empresarial… ©eW&cAc